Sr.Cardenal Don Jose Salazar López.
Primeros Años.
En 1910, el mismo año en que comenzó la Revolución mexicana,
nació José Salazar López, el 12 de enero en Ameca, Jalisco. Fue bautizado apenas
cinco días después. José fue el más pequeño de los cuatro hijos del matrimonio
formado por Cándido Salazar y Luisa López; sus hermanos fueron Fernando,
Gregorio y Victoria Salazar López. Como toda familia campesina, vivían con
muchas privaciones; en ocasiones no eran buenas las cosechas, y nunca bien
remuneradas. Así creció el niño José Salazar, trabajando, ayudando a su padre y
a sus hermanos en las labores del campo.
El nacimiento de una fecunda vocación.
José Salazar estaba naturalmente dotado de un fino talento
religioso, su perfil espiritual era simple, profundo, con grande respeto por lo
sagrado y una fe y devoción aprendidas en casa. Sin embargo, lo que tuvo un
gran impulso vocacional en el alma del niño José, fue el contacto personal con los
sacerdotes de su parroquia; sobre todo con uno de ellos, un vicario cooperador,
el Padre Plascencia, al cual acompañaba a celebrar la Eucaristía a un rancho
llamado «Los Amiales». Es en esos recorridos, precisamente, donde nace su
vocación sacerdotal.
Fue en su pueblo natal, Ameca, donde cursó los estudios
primarios, primero en la escuela oficial hasta el cuarto año, y los restantes
en la escuela particular de don Francisco Uribe. Ya desde esta primera etapa de
estudiante se manifiesta como un alumno disciplinado, responsable y brillante;
lucidez intelectual que sabía eclipsar con su discreción y sencillez al hablar.
El seminarista.
En plena adolescencia, el pequeño José ya tiene henchido el
corazón de un ideal y de un sueño que dará sentido y plenitud a toda su vida,
pues ha sentido en lo profundo de su corazón y su conciencia el llamado
sacerdotal. Así, después de ser educado por 13 años en el seno familiar, dejó
el terruño y llegó a Guadalajara impulsado por dar forma a esa vocación. El
lunes 5 de noviembre de 1923, José Salazar cruzó los dinteles del Seminario
Conciliar de Guadalajara para inscribirse como alumno regular.
Durante tres cursos escolares consecutivos y completos tuvo
el Seminario el privilegio de contar entre sus alumnos al seminarista José
Salazar, quien permaneció allí desde el 5 de noviembre de 1923 hasta mediados
de agosto de 1926, conclusión del ciclo lectivo 1925-1926.
El quinto Arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y
Jiménez, decidió enviar al alumno José Salazar a proseguir sus estudios a Roma,
para que profundizara en la
Filosofía y en la
Teología, partiendo a la edad de 16 años, allá por octubre de
1926.
Roma, piccolo grande amore.
Dios lo había dotado de una extraordinaria inteligencia y
una pulcra calidad humana; en la Ciudad Eterna estudiaría, además de la Filosofía y la Teología, lenguas. Fue
allá, en el Colegio Pío Latinoamericano, donde se formó el hombre de Iglesia,
donde abrió sus horizontes al enriquecerse con los diálogos entablados con
seminaristas de toda la
República Mexicana y en la convivencia fraterna con otros
estudiantes de toda Latinoamérica, y en la Universidad Gregoriana
al compartir las aulas con compañeros de los cinco continentes. Sus compañeros
fueron libros abiertos donde aprendió la riqueza y universalidad de la Iglesia y, al mismo
tiempo, maduró su exquisito sentido eclesial.
En Roma, se empeñó en estudiar con ahínco, consiguió las
mejores calificaciones posibles y fue galardonado con varias medallas y
diplomas por su alto aprovechamiento. Cursó Filosofía de 1926 a 1929 conquistando la
borla doctoral, inmediatamente después comenzó los cursos en Teología,
obteniendo primero el bachillerato, pero no pudo alcanzar el grado de doctor,
ya que por falta de salud se vio obligado a retornar a México.
Un tiempo de prueba.
Es el mes de agosto de 1932, cuando José Salazar vuelve a
respirar aire jalisciense, va en busca de su arzobispo para ponerse a sus
órdenes; le informan que a fines de julio don Francisco Orozco y Jiménez había
salido a otro doloroso destierro, y que sólo unos pocos conocían su paradero.
Por tal motivo se entrevista con el Obispo Auxiliar José Garibi Rivera, quien
se quedó al mando de la arquidiócesis. Es, precisamente, el Obispo José Garibi
quien, en dos minutos, le otorga una pronta y oportuna solución a su primer
problema: «Muy bien, Procopio (como solía llamar a los seminaristas), sé qué
estás aquí antes de tiempo, debido a tu precaria salud, pero no te acongojes,
si Dios te ha elegido para ser su sacerdote, Él mismo te indicará el camino
para lograrlo. Tú sólo confía; por ahora lo más importante es que recuperes tu
salud».
De regreso en el Seminario permanece por los meses de julio
y agosto de 1933, donde lo preparan ya, previo escrutinio, para que reciba las
Órdenes Sagradas y, además, lo consideran apto para integrarse al grupo de
formadores del Seminario y como maestro.
El sacerdote, formador del Seminario.
Recibió la Ordenación Sacerdotal el sábado 26 de mayo de
1934 en la sala capitular de la
Catedral tapatía, de manos del Obispo José Garibi Rivera.
Después recibiría su primer nombramiento de formador y maestro del Seminario de
Guadalajara. Para el curso 1942-1943, se le nombró prefecto de estudios del
mismo Seminario; y para el curso 1944-1945, se le confirió el cargo de
Vicerrector con funciones de Rector de esta Casa de formación. El 27 de octubre
de l949, el Padre Salazar sería nombrado finalmente Rector. En tanto que el 20
de noviembre se bendecía la nueva casa del Seminario Mayor en la colonia
Chapalita. Fue un formador cercano, firme y coherente. Tenía una autoridad
moral que arrastraba con su ejemplo.
El obispo, a ritmo de calendario.
Fue preconizado Obispo Auxiliar de la Diócesis de Zamora,
Michoacán, el 22 de mayo de 1961. El 20 de agosto fue consagrado Obispo por
manos del Cardenal José Garibi Rivera, en la Basílica de Nuestra
Señora de Guadalupe. Posteriormente, el 15 de septiembre de l967, la Santa Sede lo nombró
Obispo de Zamora. Y el 21 de febrero de 1970 sería nombrado el séptimo
Arzobispo de Guadalajara, diócesis de la que tomó posesión el 1 de marzo de ese
mismo año.
Fue Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano por dos periodos,
de 1972 a
1980. El 5 de marzo de 1973 fue creado Cardenal en Roma, por el Papa Paulo VI.
El 26 de agosto de 1978 participó en el Cónclave del que salió electo el Papa
Juan Pablo I, y el 16 de octubre participó nuevamente en el Cónclave en el que
se eligió a Juan Pablo II.
El 12 de diciembre de 1981 promulgó el Plan Orgánico
Diocesano de Pastoral. El 26 de mayo de 1984, la Arquidiócesis de
Guadalajara festejó a su pastor por la gracia de alcanzar 50 años de vida
sacerdotal. En 1985, al cumplir 75 años de edad, el Cardenal Salazar renunció
al gobierno de la
Guadalajara , pero no le fue aceptada su dimisión. El 27 de
marzo de 1986 promulgó el documento «La espiritualidad sacerdotal, cimiento y
alma de la acción pastoral».
Deceso.
El 21 de agosto festejó sus 25 años de consagración
episcopal. El 15 de mayo de 1987 se anunció la renuncia del señor Cardenal como
Arzobispo de Guadalajara . El 9 de julio de 1991 murió en esta ciudad, en el
hospital de la
Santísima Trinidad, a las cuatro de la tarde. Al día
siguiente fue velado en la
Catedral tapatía. Mientras que el 12 de julio se celebró la Misa de exequias en ese mismo
recinto sagrado, donde fue sepultado en las criptas del sótano.
Un hombre, un cristiano y un sacerdote apasionado de
Cristo y de la Iglesia.
Indudablemente, el Cardenal Salazar constituye un caso
admirable desde cualquier ángulo que se analice, pues su trayectoria como
alumno sobresaliente, profesor brillante, observante y celoso prefecto de
disciplina, idóneo y vanguardista prefecto de estudios, Vicerrector laborioso y
corresponsable, Rector visionario que rebasó las exigencias de su tiempo y,
como culminación, pastor solícito y padre providente de dicha institución; fue
un gran formador porque era un coherente sacerdote.
Su paso por Guadalajara es un rayo de luz con un itinerario
pleno de frutos. En los 17 años en que guió a la diócesis, logró impregnar una
mentalidad y orientación pastoral en los agentes: Pastores y fieles en la línea
trazada por el Concilio Vaticano II.